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Esta mañana he salido al balcón de mi casa,
es un inconveniente que sea un primer piso
(no hay suficiente altura)
pero se ve el mar entre los dos edificios de enfrente,
por eso lo alquilé.
Hace un sol, típico de esta tierra,
que hoy enfría los huesos.
Apoyando los codos en el muro miro a mi izquierda
la ventana del vecino/a y su negra reja desde donde
florecen hacia abajo unos claveles rojos,
que parecen, a su corta edad, cansados de erguirse;
jamás creí en la empatía de una planta.
-¿Quién les prometió a ellos la eternidad?-
-¿Se enamoraron, quizá, de unas rosas de Sarón
y pagan ahora la condena?-

Entro al salón para escribir los “versos” anteriores
y al salir de nuevo afuera, entre el tendido eléctrico,
las chimeneas jubiladas y las tejas enmohecidas,
una golondrina cruza delante de mí
(hacía meses que habían emigrado junto a la primera mujer que me abandonó)
pero esta vez no he sonreído y eso me preocupa.
Ya no creo en las señales,
sólo deambulo entre recuerdos e intento evitar salir de casa
para no molestar a nadie.


Me agota: el continuo esfuerzo de los se preocupan por mi
y vienen a verme cada X horas para hacerme compañía,
(luego se van, destrozados por mis lloros y mis palabras y llegan otros)
las incesantes llamadas telefónicas para asegurarse que sigo aquí.

Queridos míos, he aprendido,
no hay nada escrito y es mejor que continúe así,
-quien de verdad quiere lo consigue-
no hace falta remitir cartas,
ni escribir poemas con arrolladoras metáforas,
secillamente –acción-.

Hace ahora una semana, hablaba con unos amigos
en este mismo balcón, sobre el más allá, preveía lo que iba a sucederme,
y la verdad, me tranquilizó la teoría de uno de ellos:
-No hay nada, sólo el vacío-
Al escuchar esta afirmación sonreí y contesté:
-¿Y habrá alguien que tenga la potestad de juzgarte por lo que has hecho?-
-No, sólo los creyentes tienes esa duda porque necesitan un perdón-
-¿Y crees que tu mente sigue funcionando una vez has puesto término a tus días?-
-No Pablo, te digo que todo termina-
(Entonces sentí una liberación absoluta)
-Pero también te digo que quien piensa en cómo será su final
está enfermo y no lo piensa en serio- añadió.

Volví a sonreír y creo que esa será la última vez.

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