Sucumbí a los encantos de la poesía,
del ser romántico por excelencia,
fue precioso, mientras duró.
Inventé paisajes, ciudades, amores,
heridas incurables, mortales,
que jamás podrán cicatrizar,
he muerto en el intento.
Basta de escribir para seguir viviendo,
ya no me queda nada, he perdido
y no pienso levantarme.
Dejadme que me pudra
entre la mierda, lo merezco.
No volveré a escribir jamás.
Adios
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