Escuchas la llegada del tren
en la estación abandonada
de las rimas imprecisas,
del pusilánime poeta.
El silencio del abandono
acaricia sutilmente tu
bucarofagica piel
mientras miras inquieta
el final de la vía
esperando que llegue
en el último vagón y aparezca
entre el humo blanco
la figura de tu maltrecho poeta,
cigarro en mano
para poder decirle
mientras le sonríes
-¡Me gusta el olor a tabaco!-
0 Comments:
Entrada más reciente Entrada antigua Inicio