¡Ay! melancolía
¿Qué más pretendes robarme?
¿Qué más deseas de mi?
Te di mi ser,
transformé mi rostro,
escribí mi redención en verso
en pos de lo sublime.
He contado golondrinas
en las noches
y observado la mar
al caer el alba
cuando el silencio
incomoda
a las calles
sin farolas;
y aún así no te alcanzo.
¿Dónde te escondes?
¡Házmelo saber!
Sorpréndeme
con el astro de plata
acunado en tu
bárbaro seno.
No te veo en la rosa
que suplica clemencia
ante la mano del hombre,
ni en la soledad
intencionada
de transeúnte austero,
ni tan siquiera
en el trasiego
del otoño
donde los árboles
desnudos
brindan pleitesía a tu nombre.
He besado
con labios de enamorado
y escarcha
a la desdicha
de ser humano,
demasiado humano.
Quizás el ahora
sea incompatible,
tal vez
no me haya sincerado
sinceramente
conmigo mismo
por miedo a represalias.
He jugado a ser marinero
he deseado ser escritor
y me odio cada instante
por ser mi peor enemigo,
el mismo que se metamorfosea
cada día con el fin
de recordarme
las infinitas carencias
que ya no puedo
defender como virtudes
de hipócrita.
Ya no espero nada
de la vida
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