El suelo me requiere,
otoño perenne en mis sienes
aterciopeladas.
El suelo me requiere
a mí y a mi esqueleto
de carne helada.
El suelo me requiere
y no me debo a nada ni a nadie.
Malditos seáis vosotros,
todos,
vacios
de espíritu y de valentía
que os aferráis a la estúpida
idea
de seguir existiendo.
¡Cobardes!,
¡Malditos cobardes!
¡Odiadme!
como lo hago yo;
¡Olvidadme!
como lo haré yo.
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