Desde el balcón
veo como mueren golondrinas
cayendo en forma de lluvia,
revientas los tejados
retumban los zumbidos
de sus picos estrellados…
es lo más horroroso que he visto jamás;
el suelo es un reguero de sangre
donde siguen agonizando
con un sonido ensordecedor, enfermizo…
poco a poco se va formando
un rio que huele a putrefacción
mientras suenan las campanas;
cuatro sonidos agudos:
¡Din, din, din, din!
acto seguido
cuatro sonidos graves:
¡Don, don, don, don!
Ocho en total, ¡Ocho!
(el infinito se desvanece)
Son las cuatro en punto,
es hora de morir,
ya no habrán más besos
ni despedidas,
las palabras habrán sido palabras
y los hechos una condena
que pagar el resto de mi días
aunque ya sólo sea
un puñado de huesos,
de polvo, de nada.
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