Llevaba dos madrugadas sin dormir apenas dos horas, pasaba las noches escribiendo toda su rabia y su tristeza. Estaba demacrado mentalmente. No se soportaba, no soportaba a nadie. Su hermano lo visitó por la tarde, estuvo con él un par de horas haciendo trabajos para clase mientras este escribía. Cuando su hermano se marchó, él decidió ir a dar una vuelta por el paseo marítimo, estaba muy lejos y hacía frío, pero era más que necesario, se estaba muriendo por dentro, necesitaba ver el mar. Bajó hasta el paseo, eran las ocho menos cuarto y decidió probar suerte yendo a una librería para comprar un libro, tenía algo de dinero por su última actuación y decidió gastarlo comprando una cerveza y un libro. Entró a la librería, con esos recuerdos, esos putos y jodidos recuerdos, miró esa estantería, la misma y observó los títulos, como no, ahí estaba “La senda del Perdedor”, pensó en comprárselo pues ese lo quería devolver a la persona que se lo regaló, así que lo cogió, acarició la portada y sonrió.
-Lo tenias todo milimétricamente planeado, tú y tu mente maquiavélica- dijo para sí mismo.
Pero entonces vio el título del libro que había a la izquierda de ese y leyó “Mujeres”, también de Bukowski. Ese no lo tenía así que leyó la contraportada para ver de qué trataba. Le gustó el resumen; mujeres, sexo y borracheras en su máximo esplendor, entonces pensó: -¡Que cojones! ¡ Si ella se quedó todas mis cosas para reírse de mí con su novio y luego las quemarán juntos!¿no voy a quedarme yo un libro?-
Así pues, compró “Mujeres” y decidió quedarse el libro que esta le regaló.
Volvió al paseo tomándose la cerveza y subió de nuevo a casa, estuvo fuera casi dos horas. Al llegar, su hermano estaba de nuevo ahí, quizás una de las grandes virtudes que tenía era la observación, y quizás, cuando se marchó por la tarde notó el estado de este.
Él se alegró de verlo, lo necesitaba, pero pocas veces se lo decía.
-¿Te quedas a cenar no?-
-…¡Vale!...sí.-
-Tostadas y tomate, siempre ceno lo mismo, ¿te apetece?-
-Sí, claro- respondió el pequeño.
Cenaron juntos y vieron un poco la televisión. No hablaron demasiado, el joven no quería molestar ni preocupar a su hermano pequeño más de lo que ya lo había hecho. Este había escuchado toda la mierda de meses y meses y seguro estaba cansado como todos, pero el hecho de que estuviese ahí, sentado, mirando la televisión y fumando junto a él le emocionó, le emocionó mucho.
Al día siguiente salió de clase antes de lo esperado así que se quedó paseando por la universidad. Era una especie de tortura mental.
Mientras ella se regocijaba con otra persona y planeaba escapadas románticas a lugares con los que habían fantaseado juntos; él seguía muerto en vida, recordando cada paso que dio con ella.
Paseó despacio, muy despacio mientras tomaba aire, con la cabeza mirando al suelo. Cuando llegó a la puerta alzó la cabeza y respiró. Allí estaba, todo seguía igual: las grandes mesas, los productos, los materiales… sólo cambiaba la gente. Volvieron a su mente muchos recuerdos, muchas imágenes, muchas situaciones. Él cerró los ojos y volvió a respirar para pasar a la otra parte del taller. Lo hizo, entró a esa sala y observó; en esta sala había menos gente, tres personas estampando en el tórculo del final.
-¡No puede ser!- pensó. –¡No eres tú! Se dijo.
Se acercó hacia esas personas y entonces la chica que estaba de espaldas a él se giró. Era ella, esa preciosa chica de blanca cara angelical y sublimes y rosados labios. Estaba radiante, además, no supo muy bien por qué, pero esa chica tenía los labios pintados y le encantaba.
-Buenas tardes M.- dijo él sonriendo
-Buenas tardes- contesto ella de igual forma.
No quería pensar que estaba ahí para salvarlo de los recuerdos una vez más.
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