Estos versos anacrónicos
son reflejos del estado
lamentable de un marinero
con barba de treinta días,
aroma a sal por toda la piel,
temblorosos dedos
que apestan a tabaco
y no conciben trabajar
sin un cigarro que les guíe.
Una boca con sabor a humo.
Romántico
que se desvanece
en el cajón de madera
con un clavel rojo
como único recuerdo
de su ausencia.
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