Aterriza la noche y una muerte
que enviste sus letales astas de luna y sangre,
la placidez de ser estatua de huesos sin corona
olvidada por el tiempo.
Han cortado mi tráquea con faca de plata,
no soy un mártir
y mi esqueleto endeble quedará para el recuerdo de la nada,
será pasto de cuervos, ratas y gusanos;
pero un día volé más alto que vosotros hijos de puta
y eso os dolerá para siempre.
No hay sombra ni claveles en mi tumba,
no los quiero, tampoco las despedidas me sirven,
jamás las hubo, ni las quise ¡hijos de puta!
Un día volé más lejos que vosotros.
Galopan los caballos negros con trompetas y violines,
los jinetes de la parca portan guadañas de destierro y miedo,
el viento enmudece las duelistas calles y sus ecos
trazan muertes en el aire,
lidiar pues seria de cobardes
obedezco al destino justiciero que me reclama.
De níquel y cal, entre algodones me cobijo,
ya he regado la tierra a borbotones y pesares
soy al fin pasto del destino
y espectador de medias noches y vuelos de golondrinas.
Las estrellas serán gritos ardientes de pestañas femeninas,
fui capaz de amar, de acariciar con la yema de mis dedos
las llamas al trasluz de los deseos;
¡Maldito seas tiempo! no quisiste darme alas que no fuesen de cera
para que ardiese en el infierno de la espera.
¡Maldito seas tiempo! Pero hijos de puta, yo volé, yo volé más lejos.
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