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La serenidad
por la falta
de riego
en el músculo vital
apacigua
mi fútil existencia.
Ya no quiero,
ni puedo navegar
en el carnal mar
de un cuerpo de mujer.
Amar es morir de nuevo
y todavía no he resucitado,
quizás no lo haga jamás.
No pierdas, ni mueras en el intento
de aferrarte al carpe diem
que dicta tu adulterada conciencia,
no quieras morir en el intento,
no asesines a quien te ama,
no remates al que ya ha muerto.
La soledad y el odio
en mis adentros
es la carga autoimpuesta
necearía para conseguir un perdón
que no pido pero si espero.
Ahora sólo pinto,
sólo escribo,
sólo leo.
Estoy solo porque así lo quiero
y sé a ciencia cierta que pronto
yo mismo me abandonaré,
pasaré a ser un espectador privilegiado
de los bailes y acrobacias
de esos pájaros a los que tanto amo,
¿sabes? ellos jamás se posan en la tierra
para no ensuciar su traje de luto
y entrelazan sus vuelos,
dibujando ochos entrelazados sobre el infinito.
-No se puede volar, ni viajar al infinito- me dijo.
-Claro que se puede, pero has de ser valiente- contesté.
Sólo tienes que ser valiente,
respirar profundamente,
recordar a los tuyos,
sonreír mientras sientes el frio del metal
en tu pecho
y contraer el índice sin cerrar los ojos;
entonces el sonido de la victoria te alzará
hasta el azul haciendo libre.

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